Día 4: vuelo a Ushuaia

Este día ya no hubo tiempo para el jet lag, porque el despertador sonó a las 5’45, recogimos maletas muy rápido y bajamos a las 6’15. El restaurante todavía no había abierto para el desayuno, pero ayer por la noche lo comentamos en recepción, y nos prepararon un desayuno para llevar; como aun quedaba un poco para el transfer, comimos algo. A las 6’40 pasó a recogernos Alex (el mismo chofer que ayer), la calle del hotel estaba cortada por unas obras que habían comenzado por la noche, y tuvo que aparcar un par de calles más lejos.

Llegamos al Aeropuerto Jorge Newbery en menos de media hora, este aeropuerto es el que utiliza principalmente Aerolíneas Argentinas. En la facturación había gente pero fue bastante rápido, luego control y cuando llegamos a nuestra puerta de embarque eran ya las 8, el embarque debía haber comenzado ya, pero aun tardó unos minutos.

El vuelo a Ushuaia salió puntual a las 8’40, la distancia hasta Tierra de Fuego es de cerca de 2.500 kilómetros (en línea recta), y hasta allí teníamos 3’30 horas de vuelo, y llegó a las 12’15 que era su hora; recogimos maletas en un momento, y había que pasar un control sanitario de productos, en el que no dejaron entrar las manzanas que habían sobrado del desayuno.

El transfer nos estaba esperando y el trayecto hasta el Hotel Altos Ushuaia serían unos 15 minutos, llegamos sobre la 1, hicimos el check-in, nos instalamos en un momento, y alrededor de la 1’30 salimos; pedimos en recepción que nos llamaran dos taxis (el centro está a unos 30 minutos andando), cada uno nos costó 500 $. 

Fuimos directos a comer al Bodegón Fueguino, estaba lleno y tuvimos que esperar un rato para tener mesa, nos sentaron en dos mesas pero muy juntas, así que muy bien. Pedimos de entrante dos de mejillones a la provenzal, y de platos, dos de cordero asado, dos de lentejas y dos de cordero guisado; la comida junto con las bebidas (al postre ni llegamos) nos costó 15.336 $ (salimos a cerca de 9 € por persona). Otro lugar muy recomendable, con comida rica, bien atendidos y local muy confortable.










Cuando salimos estaba lloviendo, pero fuimos al CARTEL DE USHUAIA, que se encuentra en la Plaza Islas Malvinas, la tarde no era nada agradable, así que nos hicimos unas fotos y regresamos al centro.



La tarde no invitaba mucho a pasear

Fuimos a una cafetería a tomar algo calentito, en Café Martínez, pedimos principalmente capuchinos y un par de porciones de tarta para compartir, pero eran enormes y no pudimos con ellas; nos costó todo 5.490 $ (unos 3 € por persona), los capuchinos muy ricos.



Al salir ya no llovía y como con los capuchinos se nos había quedado mejor cuerpo, pasemos por la calle principal, donde algún regalito cayó. Llegamos a la zona de los muelles, donde se encuentra el CARTEL DEL FIN DEL MUNDO.




Por suerte dejó de llover y pudimos pasear tranquilamente

Muy cerca del cartel hay unos murales con pintadas reivindicativas de las Islas Malvinas.


Decidimos ir a MUSEO MARÍTIMO Y DEL PRESIDIO DE USHUAIA, lo que nos llevó hasta aquí fue el Presidio, pero en este recinto se encuentran varios museos, Museo Marítimo, Museo Antártico y Museo de Arte Marítimo. Horario: 12 a 20. Entrada: 5.000 $ (17 €), es válida para 2 días consecutivos (hay que pedir que te pongan el cuño e indicar un número identificación). La entrada es carísima, pero queríamos visitar la cárcel del fin del mundo, y en Ushuaia no teníamos nada más que hacer.

El PRESIDIO se comenzó a construir en 1902, y finalizó en 1920. Fue una cárcel con una severa disciplina, que llegó a alojar a más de 600 presos, la dureza de las condiciones climáticas y el aislamiento geográfico de la ciudad más austral del mundo, reforzaban la seguridad del presidio, destinado a delincuentes comunes reincidentes y de la más alta peligrosidad, a veces también empleado para detenidos políticos. A los reclusos se les proporcionaba educación primaria, en caso de no tenerla, y una retribución por los trabajos realizados. Los que tenían buen comportamiento realizaban trabajos fuera del edificio, como la explotación forestal de los bosques a los que llegaban en el tren; construyeron calles, puentes y edificios públicos. Se cerró en 1947 por decreto presidencial de Juan Domingo Perón, por varias razones, por un lado el humanitario y por otro lado, el cambio de geoestrategia para la zona más austral de Argentina, que ya era la puerta de la Antártida.




Al salir pedimos que nos cuñaran las entradas por si volvíamos mañana, allí mismo había un teléfono para llamar a los taxis, bueno en realidad habían dos, uno para taxis y otro para remis, como no sabíamos a cuál debíamos llamar la preguntamos a la chica y cuando le dijimos al hotel, nos dijo que mejor remis porque no íbamos al centro, así que le hicimos caso, nos costó cada uno 700 $, para la tarifa consultan un folio.

Al llegar al hotel reservamos mesa para cenar, y subimos a las habitaciones a descansar un rato. A las 9’30 bajamos a cenar, el restaurante del hotel se llama Bartolomé Restó, la mitad pedimos salmón para cambiar un poco, y estaba delicioso; la cena junto con las bebidas nos costó 17.530 $ (salimos a 10 € por persona). Cenamos aquí para no marearnos con ir al centro, pero la verdad que el sitio muy bien, y además muy bien atendidos. 


Tras la cena nos tomamos una copita de Bayleys y mientras estuvimos charlando con unos de los camareros.

Los pasillos del hotel estaban llenos, de esquís, botas, deportivas, bicicletas estáticas, parecía una tienda de deportes; resulta que en verano equipos de esquí de Europa van allí.


 


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